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miércoles, abril 29

Raros peinados nuevos

Pertenezco a una generación a la que se la obligaba a cortarse el pelo. En mi adolescencia, no tenía poder de elección sobre como usarlo. En el colegio, el pelo no podía tocar el cuello de la camisa y mi viejo me mandaba a la peluquería una vez por mes. En los 70, la policía le cortaba el pelo a los hippies, "es mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador" cantaban Pedro y Pablo, en una maravillosa metáfora de lo que era esa época, años de botas y gomina. El pelo era un emblema, yo leía la revista de rock: pelo. Envuelto en vanidad podría decir que es un triunfo de nuestra generación. Prefiero verlo como evolución. Como validación del otro. 
Hoy, soy padre y para mi es un ejercicio de la libertad, mi hijo desde chico eligió como usar su pelo. Cuando tenía 11 años decidió tenerlo largo, para el colegio no era un conflicto, así que supo portar una importante porra a la que jamás peinaba. El tiene una ventaja, es normal hacerse el corte que quiera, corte que suele cambiar a menudo, muchas veces me gusta y otras, no. Pero, qué importa. Estamos hablando de su identidad.

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